miércoles, 25 de mayo de 2011

Dolor de orígen dental

                        Capáz de hacer perder la lozanía de los sutiles rostros femeninos y de hacer sucumbir a los más duros y aguerridos caballeros.  No respeta raza, religión, ni condición económica.  Altos o bajos, gordos o flacos, cuerdos o locos, todos, sin excepción, hemos sido presos alguna vez de sus lastimosas redes. ¿Quién más que el dolor, puede causar todo esto?  En sus dos variantes, sea dolor físico (sensación molesta en alguna parte del cuerpo) o dolor espiritual (sentimiento de pena o congoja), siempre ha estado permanentemente atormentando a la humanidad.

                        El dolor desde el punto de vista médico, ha sido motivo de numerosas controversias y estudios, llegándose a la fundación de Asociaciones Internacionales, cuyo único interés es el comprender, diagnosticar y tratar el mismo, como el caso de la International Association for the Study of Pain (IASP),  creada en 1973 y la International Pain Foundation (IPF), creada en 1985. 

                        Ahora bien, nos toca ahondar un poco sobre la naturaleza del dolor físico.  Según los grandes entendidos, el dolor no es más que una sensación desagradable, la cual se presenta cuando hay amenaza de daño a alguna parte del cuerpo o cuando el mismo ya se ha producido.  Es como una señal de alerta que recibe nuestro cerebro.  Por ejemplo, si sufrimos una herida, el cerebro mediante un complejo sistema de recepción y transmisión de impulsos nerviosos, es alertado del daño producido por el estímulo nocivo, siendo esta señal percibida e interpretada por él como dolor y luego, dependiendo de la interpretación que se le dé se envía una respuesta, que puede ser el abrir la boca, llevarse la mano a la cara o gritar.  Si imaginamos no poder sentir ningún dolor físico, no debería ser motivo de alegría, ya que podemos estar sufriendo un gran daño en nuestro organismo, sin percatarnos del mismo.           

                        Dentro del dolor físico encontramos: el dolor agudo y el dolor crónico. De una manera sencilla, podemos decir que el dolor agudo es aquel que se presenta súbitamente y es muy intenso; y el dolor crónico es aquel que persiste un tiempo indeterminado, prolongado y es de menor intensidad.
                       
                        Uno de los peores dolores, que nos puede afectar es el llamado "dolor de muelas", el cual puede ser considerado como la peor desgracia caída sobre mortal alguno.  Además, es en este momento en que nos damos cuenta  cuán vulnerables y efímeros somos.
                        Como es bien sabido, todo diente tiene varias estructuras que lo componen,  el esmalte es la estructura más externa, luego está la dentina, tenemos también el cemento y la cavidad pulpar que es el centro de percepción y dolor del diente.  Cuando la caries ataca el esmalte, no hay ningún tipo de dolor, ya que este tejido es el que protege a las demás estructuras del diente, pero bien, al avanzar la caries hacia la dentina, ahí empieza nuestro problema, primero es una leve sensibilidad "que casi ni se siente" al tomar agua o al comer dulces, al cual no se le da gran importancia.  A medida que avanza esta caries, se va afectando mayor cantidad de dentina, y esta sensibilidad se va agravando más, debido a que la cavidad pulpar, lugar en donde están ubicadas las terminaciones nerviosas y los vasos sanguíneos, reacciona ante estos estímulos, produciéndose en el interior de la misma una inflamación que en el reducido espacio en donde se encuentra hace que se produzca presión de las terminaciones nerviosas originándose la sensación de dolor en el diente.  Al principio la inflamación es reversible, pero luego se transforma en irreversible, por la magnitud del daño sufrido.  Al continuar la caries, en su incesante recorrido llega a la cavidad pulpar, y precisamente es aquí cuando empezamos a ver estrellas y duendes cada vez que comemos o bebemos algo frío o caliente, experimentando una lancinante molestia, que no es más que la pulpa dando sus últimas señales de vida, ya que la inflamación en su interior es de tal magnitud que no le permite la entrada de sangre, por lo cual se produce la muerte de la pulpa, llamado en el lenguaje odontológico Necrosis Pulpar, en este momento la inflamación sale de la cavidad pulpar, afectando a las demás estructuras ubicadas alrededor del diente y es cuando se producen los abscesos que en los casos más avanzados se observa un marcado aumento de tamaño de la cara en la zona donde esta ubicado el diente con el daño.  Por lo general, bajo estas circunstancias es cuando los pacientes se acuerdan de la existencia del Odontólogo, y acuden a consulta adoloridos y desesperados - y no es para menos- pidiendo aliviarlos en su pena, cuando todo este desagradable episodio pudo ser evitado al acudir a consulta cuando se presentaba esa leve sensibilidad "que casi ni se siente".

            La evaluación periódica se convierte en tarea necesaria para poder diagnosticar y tratar a tiempo cualquier lesión que se puede estar formando en su cavidad oral, para evitar episodios dolorosos que pueden llegar a atentar contra su estado general de salud.  Gánele usted la guerra al dolor, y la mejor manera no es a base de analgésicos, sino de estar atentos a cualquier cambio que usted sienta en sus dientes.